Pero si que evoca una imagen de gente de mar muy austera, nada podría estar más lejos de la verdad. Los yates amarrados en el puerto de Niza son elegantes, brillantes y con personal de las tripulaciones de librea.
Algunas muchachas lucen cuerpos producto de la silicona y no tan reales, pero los Gucci, Rolex y los trajes de baño de Prada son auténticos.
Afortunadamente, sin embargo, no es necesario ser parte de la camarilla yachty para encajar en el muelle de la bahía, donde la mayoría de los bares y restaurantes tienen los pies en la tierra y sus precios también (con la excepción ocasional de algo muy elegante – los ricos también tienen qué comer).
Y simplemente pasear por las calles de aquí, hay una sensación de una ciudad que nació entiendiendo el turismo como un negocio rentable, a diferencia de la Nice Vieux donde el tono predominante es más de una ciudad luego convertida en un negocio.
Dicho esto, sigue siendo sólo un corto paseo para llegar a la Promenade des Anglais, con el espléndido Monumento a los Caídos y las magníficas vistas desde Pointe en la ruta Rauba Capeu. O bien andado por las tiendas de antigüedades de la calle Catalina Ségurane y tomar el camino de regreso a la ciudad (obligada parada para un dulce en la confitería Florian y shufti rápido por el camino a la Puces de Niza).
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